ROTTING CHRIST EN SAN LUIS POTOSÍ

35 Years of Evil Existence. Febrero 14 de 2024. Club Deportivo 2000, San Luis Potosí, S.L.P.

Texto por: Néstor Pompeyo Granja J.

Fotos por: Rubí Rodríguez (1 y 2) y Miriam Martínez (3)

“Arrepiéntete y cree en el Evangelio”

Un miércoles de coincidencias. De esas, bizarras. Casi surrealistas. Y cómo no, si el calendario marca catorce de febrero. Algunas personas celebran el amor y la amistad; otras, el inicio de la cuaresma. Incluso hay, entre los asistentes, una que otra frente marcada con la cruz de ceniza. Cosa extraña en un concierto que podríamos calificar de muchas formas, excepto de cristiano. Cosas del black metal.

Arrowhead está sobre las tablas. Siempre he valorado a una banda abridora que confía en su papel, aun cuando la misión puede parecer ingrata. Los locales no bajan la guardia a pesar de que el público aún se muestra tímido. El vocalista convoca a un wall of death que jamás sucede. La canción lo tiene todo: está diseñada para un perfecto e infalible wall of death, pero las circunstancias no ayudan. Es temprano, la gente sigue llegando y las cervezas todavía no pegan. Perdónennos, Arrowhead. En efecto y, como bien acusa el vocalista, nos comportamos como unos “pinches aburridos”. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Cuatro chavitos, del lado izquierdo del escenario, retuercen manos y dedos. Gesticulan, gritan, agitan las melenas. Estiran sus brazos hacia el cielo, como si fuesen de metal y la noche, imantada, los atrajera sin remedio. Un par de banderas de Grecia ondean entre el público. Arrowhead termina su turno. Es hora de Nelchael.

La vieja fórmula del black metal no decepciona. Y tampoco falla. Hay algo en el corpsepaint, en las cruces invertidas, en la blasfemia cruda. Algo que se siente como territorio conocido. Y que sabe mejor en pleno miércoles de ceniza. Nelchael menciona a Satán y los chavitos de la izquierda se deforman de entusiasmo. El público se empieza a aglomerar. La banda proclama su grito negro y el coro de gargantas ya es lo suficientemente denso para devolver el rugido. Tema tras tema, crece la conversación e inicia la conversión. Nelchael da testimonio de fe y deja la tumba abierta: lista para la exhumación del Cristo putrefacto.

Foto por Rubí Rodríguez

Y entonces sucede. Como una invocación con respuesta inmediata. Un ritual de efecto instantáneo, pero cuidadosamente preparado a lo largo de sabrá el Diablo cuántos miles de años. Rotting Christ no es una voz: son miles de voces oscuras, tenebrosas, cargadas de maldiciones ancestrales y magia de todos los confines del planeta. Hace mucho que ellos dejaron atrás las definiciones sencillas y su directo es la mejor evidencia. Porque se construye a partir de una fuerza que los magos experimentados conocen bien: a partir de la comunión colectiva, de la suma de energías, de las pulsiones compartidas. El acto de Rotting Christ supera lo performático porque no se trata de un concierto. Es un auténtico ritual. Las señales están ahí: diseminadas entre los riffs y los retumbos arcanos; entre los mudras que sustituyen el desgastado recurso de la mano cornuda; entre las letras que parecen extraídas de grimorios que sería mejor no conocer. La banda exige el debido respeto a su rito desconocido: donde otros llamarían al estruendo, al grito del público, ellos llaman al silencio si la canción así lo amerita. Sólo ellos saben con qué intención está cargada cada pieza. Nosotros solo somos el medio para que ocurra la manifestación.

Foto por Rubí Rodríguez

Y ocurre. Ocurre en latín, en inglés y en griego. Ocurre en español y en lenguas desconocidas. Ocurre con la arrogancia y la certeza de quien sabe que su mandato será fielmente obedecido: “Cree en el Evangelio”. Algunos encuentran su epifanía en el moshpit que antes le fue negado a Arrowhead y que ahora surge, violento, como catarsis urgente. Otros prefieren enfrentar su redención a solas, con los ojos cerrados. Hay actos de contrición, confesiones, éxtasis. Las banderas ondean con más fe que antes. He perdido de vista a los cuatro chavitos: probablemente habrán mutado en pequeños jinetes de un Apocalipsis anunciado. Es el poder de la Palabra. Es el maligno Evangelio del Cristo Podrido. Conciertazo.

Foto por Miriam Martínez
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Néstor Granja

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